En defensa de una industria alimentaria
La crisis financiera se puede cobrar en Pescanova uno de los
proyectos empresariales más atractivos en décadas en la industria
alimentaria, precisamente uno de los sectores de actividad en los que
España puede ejercer liderazgo en Europa y en el mundo. Acuciada por las
deudas contraídas para atender un crecimiento rápido al socaire del
tirón de la demanda alimentaria en el mundo, la empresa gallega puede
salir del laberinto con una fisonomía radicalmente diferente de la que
tiene. Bien podría terminar troceada y en manos de accionistas foráneos
si los gestores designados por el procedimiento concursal optan por una
resolución rápida y meramente financiera de la crisis, haciendo
abstracción de las enormes posibilidades industriales de la corporación.
Aunque la nacionalidad del capital que controla las compañías ha
dejado de ser una bandera a agitar en los últimos lustros, en los que
los flujos financieros y las empresas se mueven libremente buscando las
mejores oportunidades de negocio, una propiedad nacional y unificada de
los activos de una gran empresa alimentaria puede contribuir, aunque sea
modestamente, a reforzar la posición del país en su intento de
recomponer la marca España y la confianza en la economía nacional, en lo
que tanto empeño está comprometiendo el Gobierno. Un nuevo fracaso
corporativo en España solo sumaría desconfianza hacia el mundo de los
negocios, cuando es preciso lo contrario.
Es verdad que el de Pescanova no es el primer caso de crisis
empresarial en el sector alimentario. Están escasamente apagados los
ecos de la discutida gestión que puso contra las cuerdas la continuidad
de SOS Cuétara (hoy Deoleo), otra empresa con activos de alto valor. Ni
sería el primer caso, si se produjese, que terminase en manos de capital
no nacional, como muy bien ha recordado el hecho de que un poderoso
grupo cárnico chino haya tomado el control de Campofrío, que ya tenía
como primer accionista a otro grupo de EE UU. Pero también es verdad que
para ocupar cuotas crecientes de mercado y liderazgo en el tablero
industrial en el futuro, la actividad agroalimentaria es clave por el
potencial que tiene en España.
Este sector cuenta con decenas de empresas, líderes nacionales, y
algunas con presencia en los mercados de capitales hace décadas para
hacer frente a su expansión. Hablamos de Ebro, Calvo, El Pozo, de
bodegueras, de algunas lácteas... No son Unilever, ni Nestlé, ni Danone,
pero sí algo más que el germen de negocios con gran capacidad de
crecimiento que sus propietarios, pero también las autoridades y la
banca, deben cuidar, estimular y financiar, porque de su éxito depende
la generación de una industria agroalimentaria poderosa que palíe en
parte los defectos que tiene el modelo de crecimiento económico del
país. Una industria de referencia hace más solvente a cualquier nación.
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